
Regresamos, aunque todavía convalecientes de Síndrome de Stendhal.
Y para resumir nuestro viaje sólo podemos emular a los comensales de la cena ante el Panteón, de El vientre del arquitecto, y aplaudir. Aplaudir porque "la buena arquitectura siempre debe aplaudirse"...
... y la buena comida también.
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